viernes, 19 de septiembre de 2008

Nombre: Marga Ubicación: esquina derecha


Se llamaba Marga y todos los días, con una puntualidad infranqueable, a las 7:05 a.m. aparecía en la puerta del bar. Siempre me pedía un café solo sin azúcar. Y, siempre, en un rito casi diabólico, se sentaba en la misma mesa de la esquina de dos personas acaparando con su bolso la silla libre para evitar cualquier posibilidad de interacción social. No es que ella fuese desagradable sino que detestaba cualquier asomo de cordialidad fingida.


Rozaba los cuarenta, aunque nadie lo podría imaginar. Elegante y firme (firme gracias a sus tres horas de gimnasio diarias) dirigía aparte de su propia empresa, su vida con mano dura y disciplina. Tal como le había enseñado su padre. Una vida sin sentimentalismos, pragmática en el sentido más profundo de la palabra. Es más, ni siquiera tenía amigos. No era práctico. Siempre lo dijo su padre, por dos abrazos y dos sonrisas pierdes un tiempo que podía haber valido su precio en euros. La única relación que había visto práctica era la de sus padres. Cada uno hacía su vida por su cuenta, sin repreoches ni desprecios, como dos compañeros de pisos que no hablaran el mismo idioma, y con el único vínculo de una noche de amor demasiado desmadrada y con consecuencia no previstas. Y así se lo hacían a ver a su único retoño todos los días de su vida hasta que se fue de casa a su loft simple y práctico.


El problema era que hasta al más disciplinado de los dictadores se le suelta algún cabo. Y es que a Marga le encantaba Almodovar. En parte, y nunca porque ella lo reconociera, le adoraba entendía perfectamente a sus personajes. Y era perfectamente consciente, que entre tanto orden, al final acabaría volviéndose loca. Pero, como en todos los demás aspectos de su vida, había aprendido a resignarse sin demasiados aspavientos que pudieran hacer tambalear su magnífica carrera profesional.


Y fumaba, fumaba como una descosida. Llegaba a los dos paquetes al día, y no fumaba más porque no tenía tiempo. Y odiaba, odiaba profundamente estar solo en su casa. Por ello, buscaba actividades o hacía horas extras para poder pasar por su loft el tiempo imprescindible. Algo que, por supuesto, no incluyera ningún tipo de relación social. Ya que bastante tenía con escuchar las constantes quejas de su madre por teléfono reprochándole el abandono de su antigua vida.


Siempre fue una ganadora, pero, hasta hora, siempre había fallado el gol más importante de su vida....

3 comentarios:

Lau dijo...

Marga también quiere ser una chica Almodóvar, como Pepi, como Luci, como Boom... Que se apunte a la cola.
Suena muy desgraciada su vida, ¿no? Que le eche un poco de azúcar al café para endulzarla.

ediot dijo...

how nice. thanks for commenting!

Laura Abella dijo...

Uy! Cuantas Margas y Margos hay por ahí...yo creo que muchos/as!!!!
Workaholic con un sentido del éxito sacado de lugar y lejos de la felicidad...

¿Bebe Marga? ¿Ni siqueira cuándo bebe se convierte en una chica Almodóvar?